Tengo un sueño:
Un sueño que consiste en una feria, una plaza y una afición.
Una feria potente, una feria que vuelva a ser el cierre de oro de la temporada taurina española, una feria a la que no rehúsen venir los toreros. Porque, y no nos engañemos, la feria del Pilar no es lo que era, ya no digo hace 40 años sino hace 10 años.
Una plaza, llena, hasta la bandera si puede ser, todos los días, con corridas toristas y toreristas. Una plaza que rebose ambiente taurino desde por la mañana hasta entrada la noche, donde se hable de toros en los mentideros, en el sorteo, en el apartado y en las barras de los bares. Una plaza donde los que se van a lucir palmito sean minoría y los que van a aprender, a observar, a disfrutar, abarroten los tendidos.
Y por último, una afición, porque la afición es el alma de la fiesta, es el rugido de las gargantas, el fragor de las palmas, el huy del que se arrima y el pañuelo que pide el trofeo. Una afición, sincera, honesta, que no le duela reconocer el mérito de un toro comercial y que opine con respeto. Una afición donde todos los que les gusten los toros encuentren su sitio y que nadie se proclame emperador de los aficionados menospreciando a los demás.
Mientras tanto, sigo soñando
Un sueño que consiste en una feria, una plaza y una afición.
Una feria potente, una feria que vuelva a ser el cierre de oro de la temporada taurina española, una feria a la que no rehúsen venir los toreros. Porque, y no nos engañemos, la feria del Pilar no es lo que era, ya no digo hace 40 años sino hace 10 años.
Una plaza, llena, hasta la bandera si puede ser, todos los días, con corridas toristas y toreristas. Una plaza que rebose ambiente taurino desde por la mañana hasta entrada la noche, donde se hable de toros en los mentideros, en el sorteo, en el apartado y en las barras de los bares. Una plaza donde los que se van a lucir palmito sean minoría y los que van a aprender, a observar, a disfrutar, abarroten los tendidos.
Y por último, una afición, porque la afición es el alma de la fiesta, es el rugido de las gargantas, el fragor de las palmas, el huy del que se arrima y el pañuelo que pide el trofeo. Una afición, sincera, honesta, que no le duela reconocer el mérito de un toro comercial y que opine con respeto. Una afición donde todos los que les gusten los toros encuentren su sitio y que nadie se proclame emperador de los aficionados menospreciando a los demás.
Mientras tanto, sigo soñando