miércoles, 26 de octubre de 2011

“Taurodelta” dejará de gestionar el coso de la Misericordia.

La suerte nos era esquiva pero hoy Dios si viene. Zaragoza es libre.

 Foto: Colchoneros.com




Siempre os quedará La Ruiza....

martes, 4 de octubre de 2011

El bueno, el Feo y el Malo. Pregón de la Feria Taurina del Pilar.

Como la película. Igualito. Como si Sergio Leone hubiese decidido cambiar el desierto de Tabernas por el albero de La Misericordia. Los tres, caminando a paso firme se dirigieron al aula taurina donde a las veinte horas iba a tener lugar el pregón de la feria del pilar. Quizá el único lleno que registre uno de los actos de la feria. Vino Serafín. El gafe, también. Mientras los aficionados esperábamos hablar de toros, los tres vaqueros se subieron a un burro del que parece no querer bajar nadie. Cargaron el revolver y comenzaron a disparar contra el “culpable” de la desaparición de la fiesta en Cataluña. Fallaron. Se equivocaron de objetivo. Los empresarios mezquinos, las ferias de medio polo, perdón, las ferias de medio pelo y los “ganaduros” formaban parte de la familia taurina. No merecían un balazo.
“El malo”, se presentó como optimista. Se lo agradezco. Ahora entiendo la feria. Le gustan los retos. “El bueno” pidió la colaboración para sacar adelante la ILP taurina mientras un mediatizado “Feo”, buscó el amparo de una afición que le quiere y le respeta. Merecieron la horca. Pero “el Sheriff” permanecía impasible en primera fila mientras Morricone esperaba su turno para silbar un Caralsol que se intuía por momentos.

Terminadas las presentaciones, al malo, no le tembló el pulso y decidió batirse en duelo con los allí presentes en lo que él llamó “coloquio amenizador”. Ni una cochina pregunta sobre toros. Pol-itica del carajo… Las cosas iban sobre ruedas, nadie hablaba de la feria y algunos ya esperaban el 20-N para la segunda venida del Mesías. La venida del salvador de la fiesta, la venida de Mariano, que seguro, traería la expulsión de los mercaderes nacionalistas del templo catalán y proclamaría la tauromaquia como religión oficial en un oeste sin ley. Pero de repente, a una pregunta que llevaba rato en mi cabeza, le dio voz un valiente aficionado que puso en juego la reputación y el crédito de los tres protagonistas. El feo, se resistía a creer las palabras de aquel hombre y prefirió contar gaviotas. El malo, revolver en mano, no vaciló y respondió: “Siguiente pregunta”. Era la ley, la ley del oeste. La ley de una fiesta que además de no ser nacional se ha prostituido y baila el can-can a ritmo de pasodoble.